EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO.
La llegada a la vida siempre abre ante nosotros un
camino a recorrer, una gran aventura que surge incluso antes de nacer,
probablemente desde el mismo instante en que somos concebidos. Un camino pleno
de desafíos, retos, ilusiones, proyectos, alegrías; pero también de momentos de
tristeza y experiencias de dolor.
Nacemos y
crecemos con una mochila a nuestra espalda que cada vez está más llena, puesto
que con cada paso quedamos en este camino que es la vida sembramos y recogemos
constantemente. Así pues, con el paso del tiempo observamos como el ritmo de
nuestros pasos va sufriendo diferentes cambios.
Todo
caminante gana y pierde en su camino, ríe y llora, sufre y ama, pero sobre todo
aprende. Lamentablemente muchos de nosotros pensamos que somos sujetos
invencibles, incluso invulnerabilidad se rompe en mil pedazos y nos damos
cuenta de cómo en cuestión de minutos, todos nuestros planes y proyectos
parecen difuminarse para enfrentarlos a algo que jamás podríamos haber
imaginado.
La vida es
un proceso de constantes perdidas y con cada una de ellas surge un nuevo reto
que nos invita a vencerlo. La máxima expresión de la perdida es la muerte de un
ser querido; esta experiencia, devastadora en gran cantidad de ocasiones, nos
enfrenta directamente con nuestra propia finitud, pero lógicamente también con
la nuestros seres queridos. La experiencia de la muerte puede aparecer en
cualquier momento de nuestro caminar en la vida, y con ella nos damos cuenta de
que no siempre la naturaleza sigue un camino predecible, no siempre es primero
el padre, luego el hijo el nieto quien muere en este orden. Nada nos dice, aun
por mucho que lo deseamos que este será el orden lógico en el que nuestros
seres queridos nos irán dejando.
ENFRENTARSE AL DOLOR.
La presencia de la muerte es amenazante y algo muy
común es ver el gran sufrimiento por la pérdida de un hijo. Estas son quizá las
vivencias las que nos enfrentan de manera más real al dramatismo que la vida en
su expresión más cruel nos pone por delante.
Se ha observado también como el ser humano
reacciona de distintas formas a una experiencia y dependiendo de sus
habilidades de afrontamiento que ha cosechado y recogido a lo largo de su vida
se puede enfrentar al dolor
transformándolo o dejándose vencer por el sufrimiento. En ocasiones la
psicoterapia significa estar con alguien mientras toda la angustia y soledad
aparece y lo que hace el terapeuta es proporcionar de espacio y tiempo en el
que el protagonista vierte, sin miedo al
abandono ni a la crítica, su dolor.
De acuerdo con Stephen levine, “para poder ayudar
si eres quien eres eso basta”. Si te complaces en un sentimiento de no ser
bastante, de necesitar dar más, no se trascenderá al pequeño ego que se aferra.
Solo la presencia incondicional del acompañante a través de una mano tendida
puede hacer más que mil palabras vacías.
LA OSCURIDAD DEL MIEDO
Cuando se sufre la pérdida de un ser querido los
significados cambian, el caminar se torna tortuoso y el terreno se abre de
manera similar a un terremoto que puede destruir lo mejor construido. La muerte
envuelve y afectados por los introyectos almacenados, como desde la cultura en
que hemos sido educados y que no nos ha permitido integrarla como parte de la
vida, se cae en un pozo de sufrimiento, importancia y desesperación.
La creación de grupos de autoayuda para padres
dolientes por la misma experiencia, colaboración, en centros o fundaciones que
nacen como homenaje al hijo fallecido, son solo una muestra de la amplia gama
de posibilidades que ayudan a reedificar lo derruido y reinventarse como
personas.
A medida que se aprenden las lecciones de la
perdida, se puede afrontar la vida con otras propiedades, con un criterio más
claro en relación con lo que es importante y lo que merece atención. En este
sentido, aunque la pérdida puede ser dañina, también puede reorientar nuestra
renovación. De acuerdo con Thomas Attig, aunque la pérdida de un ser querido no
puede escogerse, el duelo es un proceso lleno de posibilidades.
Cuando se cae en el pozo de dolor, la vida no
acaba, se transforma; enfrentarse al mismo y dejarse envolver por su presencia
debe afrontarse. Cuando se tiene la valentía de enfrentarse su propia finitud y
abordar su agonía y dolor, regresa convertido en una persona nueva en la que
combina la tranquilidad, el vigor y un profundo conocimiento.
LA LUZ DE LA ESPERANZA
Desde el descanso del caminante y en el recuerdo de
lo sufrido, se puede tomar conciencia de la importancia de la esperanza en los
procesos del dolor. Cuando las amenazas de enfermedad o muerte arrancan de las
manos las riendas de la vida, podemos sentirnos atrapados en el interior de una
minúscula habitación oscura; limitados por paredes asfixiantes que cada vez se
sienten más próximas, como si fueran acercándose entre ellas con el fin de
aplastarnos. Es el sufrimiento experimentado desde ese estado que somos
incapaces de darnos cuenta de la existencia, siempre presente, de un rayo de
luz. A veces de trata de un hilo luminoso capaz de iluminar dándonos un punto
de referencia que nos guía en nuestra desorientación. Es la luz de la
esperanza.
Gómez Sancho explica que la esperanza es un término
abstracto, puede soportar muchas definiciones, pero todas tienen en común la
expectativa de un bien que está por venir.
La esperanza es esencial, los seres humanos no
pueden resistir mucho tiempo sin ella; cuando alguien se le quita la esperanza
suele caer en estados depresivos que, sea cual sea el fin, su vida se hace
miserable.
El objetivo de la esperanza también sufre sus
cambios; no todas las enfermedades se
curan y no todos los enfermos se salvan. Cuando la muerte es inminente debe
aceptarse como tal, puesto que no es más que una parte de la vida, la parte
final de nuestro camino, el último tramo al que todos llegamos, y quizá el
inicio de una travesía. También los últimos momentos tienen que estar cargados
de esperanza.
AYUDAR A PARTIR
Compartir el último tramo de vida de un ser querido
es una experiencia cargada de significados
y emociones. Como se transcurre este periodo contribuirá a favorecer o
negar el proceso de despedida. Generar un acercamiento autentico hacia quien va
a morir es contribuir a ayudarle a “soltar amarras”.
Trabajar en la despedida es uno de los actos de
amor más sublimes que pueden hacerse en vida; cerrar asuntos inconclusos,
compartir sentimientos y abrir corazones desde el amor, favorecerá no solo que
la persona que va a morir pueda vivir la etapa final de su vida de forma
serena, sino que sus familiares o cualquier
Integrante de su entorno inmediato puedan iniciar
con mayor seguridad la sana elaboración del duelo.
Para que la familia del moribundo elabore un duelo
Fonnegra de Jaramillo considera los siguientes puestos: compartir información
honesta y veraz; la participación familiar en los cuidados del ser querido en
la toma de decisiones; respetar las reacciones de cada integrante de la
familia; anticipar la muerte; hablar de la muerte; dar propiedad a necesidades,
deseos y expectativas del enfermo; permitir el descanso; encontrar un sentido a
la enfermedad y permitirse planear un futuro estado en la vida.
EL VALOR DE LO APRENDIDO.
Puede sentirse el peso del sufrimiento y las
heridas de las caídas, pero si se ahonda en el interior también se será
consciente del valor de lo aprendido, quizá sea un buen momento para escuchar
al corazón, encontrarse con uno mismo y tomar conciencia de nuestro estado en
la vida.
Orígenes
raíces y consecuencias del sufrimiento.
Sufrimiento y dolor no son sinónimos, el primer
constituye un fenómeno más amplio que el dolor, abarca más dimensiones y tiene
muchas causas, de las cuales el dolor es una de ellas. No todos los que sufren
sufren de dolor, ni los que sufren padecen dolor. Las pérdidas, miserias, culpas
y maldad son fuentes del sufrimiento humano pero para que en la realidad se dé
el sufrimiento es necesario que el sujeto reciba la amenaza de destrucción o
desintegración total e inminente de su vida. El hombre sufre de modos diversos,
es más amplio que la enfermedad, más complejo y enraizado en la humanidad. La
soledad acompaña al sufrimiento, pues llega al límite del aislamiento y de la
incomunicación poniendo en peligro la esperanza. El hombre no es soledad, sino
capacidad y necesidad de comunicación.
Un nivel de soledad, aceptada, elegida y querida
puede enriquecer al ser humano. Sin embargo, una soledad vivida bajo la
sensación de no pertenecer al mundo es
difícil de soportar. El miedo a la soledad es otra forma de miedo a la
libertad, del riesgo de ejercer la existencia.
Lo que debe predominar en la existencia humana es
no dejarse anular por las contingencias. Para sanar y otorgarle sentido al
sufrimiento hay que ayudar a salir de la frustración, pues ayuda a mantener la
esperanza y la apuesta por dar sentido al vivir.
Para sanar el sufrimiento y darle sentido, hay que
incorporar además de la paciencia, la esperanza. La posibilidad de humanizarnos
es constante a lo largo de la vida, sin embargo cobra más
conciencia cuando se sufre.
Escrito por:
Gustavo Abarca