Para hablar de este tema tomaré como referencia las
experiencias que vivió un hombre llamado Víctor Frankl en un campo de
concentración que a pesar de lo que vivió nunca bajo la cabeza y siempre con
dignidad y esperanza trató de ayudar a las personas que estaban con él viviendo
en las mismas condiciones y sufrimiento al encontrar un sentido a su vida,
manifestando un pensamiento y un estilo de vida con un enfoque espiritual.
Nunca nos hubiéramos imaginado como seria la vida
en un campo de concentración si no fuera por este admirable hombre. Los
prisioneros eran humillados y maltratados psicológica y emocionalmente, vivían
en pésimas condiciones, ya que no comían adecuadamente y no dormían, el único
escape que tenían de esa realidad que estaban viviendo eran los sueños, además
de vivir con la incertidumbre día a día sin saber si el día de mañana estarían
vivos. Muchos de los prisioneros nunca se vencieron lo único que los hacía que
pudieran vivir, más que la comida y el sueño eran las ganas de vivir, al final
era lo único que tenían. La esperanza, las fuerzas internas y la fe era lo
único que los motivaba y si alguien intentaba quitarles eso, ya no tenían nada.
Habían perdido su trabajo, sus pertenencias, sus
familias y estaban en el proceso de perder sus vidas, ya estaban perdiendo el
sentido de vivir.
La vida en el campo de concentración fue un desfile
de sentimientos, sensaciones, emociones y actitudes experimentados por cada uno
de los prisioneros atravesando varias etapas: shock, adaptación, apatía,
insultos, hambre, ausencia de sentimentalismos, humor, soledad, irritabilidad,
desahogo, sufrimiento.
Los temas de conversación entre prisioneros se eran
de política y creencias religiosas, las oraciones entre los prisioneros se
convirtieron en un ritual diario en el camino del trabajo al campo de
concentración.
En el campo de concentración todos se conformaban
con poco, ya que tenían que estar satisfechos de estar aún con vida. Ellos se
sentían vacíos y lo único con lo que contaban era con lo que les quedaba de
vida, ya que ellos sabían que podrían morir en unas semanas, el día de mañana,
incluso esa misma noche. La experiencia más fuerte que ellos pudieron vivir fue
la incertidumbre de saber si sobrevivirían, el prisionero que perdió la fe en
el futuro, estaba condenado.
La fe que tuvieron cada uno de los prisioneros y su
deseo de ser liberados fue cumplido, se volvió realidad.
Una mañana simplemente todo cambio, ya eran libres,
pero al ser liberados se enfrentaron también a otro tipo de sentimientos y
actitudes. Muchos de los prisioneros no sintieron alegría, perdieron la
capacidad de alegrarse debido al miedo de volverse a enfrentar a otra realidad
que ya habían olvidado, incluso sentimientos positivos que ya habían olvidado.
El fenómeno que había ocurrido con aquellas
personas es denominado como lo llamamos en psicología
“despersonalización”, es una alteración de lo que uno siente y vive de
tal manera que uno se siente "separado" de la conexión mente-cuerpo,
es como si nos viéramos a nosotros mismos externamente. El hombre tras vivir
tantos años en cautiverio puede sufrir de daño en su salud psíquica ya que
tenían que adaptarse nuevamente a las leyes y normas de la vida anterior,
justificaban su conducta en las experiencias que habían vivido diciendo que los
habían marcado, pero eso no era todo ya que en ellos genero otros sentimientos
como la amargura y la desilusión.
Con la experiencia que nos comparte Victor Frankl podemos deducir que el dolor
es igual a cualquier sufrimiento físico, moral o espiritual y que el dolor es
acompañante de buena parte de la vida de todo hombre, en cualquier etapa de
nuestra vida, algunos sufren desde edades tempranas, otros en edades tardías,
pero el dolor, el sufrimiento siempre van de la mano de nosotros. Para poder
definir el dolor se requieren dos cosas: la presencia de un mal (enfermedad,
muerte, duelo, pérdida de sentido, soledad, miserias, culpas, crisis existenciales,
entre otros males) y el conocimiento de tal presencia.
El sufrimiento - el dolor va más allá de lo físico. Debemos distinguir entre
sufrimiento físico y moral dividiendo al hombre en su dualidad: cuerpo y
espíritu. Generalmente asociamos el dolor a algo que percibimos en nuestro
cuerpo dolor físico, olvidándonos del dolor moral, psicológico, el dolor que
afecta al alma. El sufrimiento moral no es ciertamente menor que el físico,
aunque está menos identificado y menos alcanzado por las resistencias del mismo
ser humano.
El sufrimiento - el dolor despierta valores fundamentales del mismo
enfermo o doliente y de quienes los rodean, como son: la solidaridad, el amor
humano y cristiano, pero también la manifestación de diversas formas de odio,
violencia, crueldad, desprecio por el hombre, o las formas de la mera
insensibilidad, es decir, la indiferencia hacia el prójimo y sus sufrimientos.
Esta “bipolaridad” da sentido al sufrimiento. De tal manera que podríamos decir
que el sufrimiento inevitable es una llamada a quien lo padece para hacer de él
un bien; y quienes le rodean, están llamados a “hacer un bien a quien sufre”.
En el ser humano prevalece la tendencia a apreciar o dar sentido a la vida sólo
en la medida en que produce placer y bienestar. En defensa a esta postura surge
entonces la idea de eliminar el sufrimiento ya sea físico o moral desde
su raíz, “en nuestra mente” creando una cultura que no ve en el sufrimiento
ningún significado o valor; sino por el contrario es un “mal” que debe
eliminarse de nuestro vocabulario, de nuestra vida a toda costa.
Dice Víctor Frankl “el hombre madura en el dolor y crece en él; y estas
experiencias desgraciadas le dan mucho más de lo que habrían podido darle
grandes éxitos amorosos”.
Es importante cambiar la idea de que el sufrimiento es una maldición, un
castigo, simplemente es parte de la vida. Generalmente es más cómodo atribuirle
la responsabilidad de nuestras vidas, de nuestras malas decisiones a Dios, al
destino, a la magia, a lo que dicen las estrellas por medio de los horóscopos.
El origen del sufrimiento parte de tres fenómenos: la naturaleza, las leyes de
la naturaleza y la libertad de las decisiones humanas. La naturaleza nos
dice que no somos eternos, nacemos, enfermamos, envejecemos y morimos. Con las leyes
de la naturaleza nos referimos a cosas como la gravedad, la herencia, las
leyes de la química, leyes de la física donde encontramos que el hombre no
puede influir pues sobre pasa sus capacidades. La libertad es lo que nos
lleva a tomar nuestras propias decisiones, algunas veces buenas, muchas más
malas, pero es aquí es donde en nosotros recae la responsabilidad de las
consecuencias de nuestras acciones así que con esto podemos decir que ni
Dios, el destino, la magia o horóscopos influyen de manera directa ni
indirecta en los eventos que generan sufrimiento en la vida del ser humano.
El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no
pueden apartarse el destino o la muerte. Sin ellos la vida no sería completa,
sin ellos la vida no tiene sentido, sin ellos la vida seria monótona y
aburrida.
Debemos afirmar la cultura de la vida. En ella, el dolor “puede contribuir al
perfeccionamiento de la persona, pues le ayuda a preguntarse por el sentido de
su vida y, de esa forma, puede colaborar a la felicidad personal”.
Se ha observado como el ser
humano reacciona de diferentes formas a diferentes situaciones dependiendo a la
capacidad de afrontamiento que ha adquirido a lo largo de su vida. La realidad
es que podemos curarnos del dolor, del sufrimiento y eso lo logramos cuando
aceptamos el hecho de la pérdida, de la enfermedad o lo que nos esté provocando
ese sufrimiento que creemos no poder manejar.
David Rulon dice: “El tiempo nos ayuda a aliviar nuestras penas, a aceptar
lo que no se puede cambiar, y en ese periodo pensamos y reflexionamos acerca de
nuestras pérdidas, el dolor va disminuyendo paulatinamente y encontramos la
resignación; cuando esto sucede, se termina el enojo, las dudas, los miedos y
logramos una paz interior para continuar la vida”.
Muchas veces como humanos nos damos por vencidos ante situaciones difíciles y
perdemos el sentido real de nuestra vida, pero después de leer lo que
transmite un autor como Víctor Frankl, podría cambiar la perspectiva y la
visión de la vida a una lucha constante. Su historia de vida es de gran
relevancia ya que como humanos creemos haber perdido el valor a nuestras
vidas, el nos demuestra que cualquier ser humano puede encontrar un sentido
de vida para enfrentar determinada problemática o situación, nos olvidamos
que tenemos una misión en este mundo una razón para estar aquí, pero no
sabemos cuál y como actuar, en alguna de las líneas encontramos la respuesta “Quien
tiene un porque para vivir, encontrará casi siempre el cómo”.
El relato de este libro es un análisis de uno o
más casos psicológicos ante un una catástrofe colectiva vivida, la cual deja
un gran aprendizaje.
El sufrimiento siempre nos lleva a reflexionar y
valorar lo que tenemos a nuestro alrededor como vida, salud, familia, trabajo
relaciones entre otras, acción que sin sufrimiento difícilmente realizamos,
también en el sufrimiento descubrimos nuevos valores; la humildad, la
paciencia, el aprecio y respeto y la solidaridad.
Se dice que después de una crisis viene una
oportunidad, yo digo que después del sufrimiento viene la búsqueda de sentido
y ambas nos pueden llevar a la madurez mental, a la madurez espiritual, es
decir al enriquecimiento de la persona.
No olvidemos que el sufrimiento es inevitable
pues somos seres humanos expuestos a distintas situaciones a lo largo de la
vida, y aunque muchas veces no entendamos el “porque” podemos comprender su
sentido, y esta comprensión puede hacer del dolor un camino de crecimiento y
plenitud. Si la persona logra encontrar sentido al sufrir, hallará alegría en
medio del dolor. En otras palabras el sufrimiento como tal es dramático, pero
cuando se aprende a valorar, se convierte en fuente de bien.
Escrito
por:
Sandra
Guadalupe De La Torre Bueno
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